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Los puentes… ¡Qué poco nos paramos a pensar en ellos! Algunos son majestuosos, increíbles obras de ingeniería que acaban resultando icónicos, identificativos de lugares y épocas. Véanse, por ejemplo, los de San Francisco, Londres y un etcétera tan largo como se quiera.

Algunos son nuevos, otros han perdurado siglos; unos bellísimos, otros simplemente funcionales. Pero todos tienen en común algo muy, muy importante, y más en los tiempos que corren: son fruto del esfuerzo de personas de ambas orillas que han decidido trabajar para estar más cerca.
Hace unos días se me ocurrió pensar en qué huella tienen los puentes en la música, y fruto de esta indagación me tropecé con músicas interesantes, algunas de ellas bastante peculiares. Con todo, el recorrido lo empecé no exactamente con una obra musical, sino pensando en los puentes como metáfora del diálogo. Me vino a la cabeza la frase con la que, a las puertas de la primera guerra mundial, Widor (católico y francés) concluye su prólogo al libro J.S. Bach de Albert Schweitzer (protestante y alemán):

«Lo que nos habla a través de sus obras es pura emoción religiosa, y esta es una y la misma para todos los hombres, a pesar de las divisiones nacionales y religiosas en las que hemos nacido y nos hemos criado (…). Estamos unidos por lo que admiramos juntos, por lo que reverenciamos juntos, por lo que percibimos juntos «.

La música de Bach, pues, como puente entre dos naciones enfrentadas. Una verdadera lástima que citas como la de Widor no hagan fortuna en tiempos convulsos…

Entrando ya en materia, y pensando en música y puentes, seguramente es fácil pensar en aquella cantinela…

Lo que no sabe mucha gente es que se trata de una melodía cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, y los primeros testimonios escritos de ella datan del siglo XIV. Por tanto, puede ser que se transmitiera por tradición oral desde mucho antes. El caso es que además lleva siglos siendo una melodía bien popular, hasta el punto que un compositor francés, Pierre Certon, llegó a componer una misa tomándola como base:

De Certon, que vivió en el siglo XVI sabemos, básicamente, dos cosas. Primera, que su talento musical fue descubierto siendo él un crío, y que por eso se le puso a cargo de los oficios de matines en Notre Dame. También sabemos que era tan joven que fue severamente amonestado al saltarse un oficio para ir a jugar a la pelota en la plaza de Notre Dame. Superado ese momento de niñez, Certon aparece como director de coro en la Sainte Chapelle. Ambos lugares estaban reservados, en cualquier caso, a músicos eminentes.

También se habla de puentes en la ópera

Como ejemplo, el célebre O mio babbino caro, de Puccini, en la que la protagonista amenaza de tirarse al Arno si su padre no la deja casarse con su amado.

Bastante menos conocida es la opereta Le pont des soupirs, de Offenbach, que tiene como telón de fondo el Puente de los Suspiros de Venecia. El argumento es el propio de una comedia de enredos, de la que cabe destacar que la pareja protagonista acaba siendo condenada al destierro, ni más ni menos que a España.

El arco iris, puente hacia…?

El arco iris no deja de ser un puente, que nos une con leyendas, fantasías, deseos, recuerdos… Si alguien ha sido capaz de transmitir mediante sonidos la magia visual que entraña el arco iris es, en mi opinión, Olivier Messiaen.

 

Y como entiendo que esta propuesta no va a ser del gusto de todo el mundo, os lo compenso con otro arco iris muy diferente:

Y puestos a buscar puentes en la música pop, acabemos con Elton John y con Simon&Garfunkel



 
NOTA: Esta entrada es la adaptación de un guión de la sección Wondergrama del programa radiofónico Wonderland, de RNE4. La emisión original (en catalán) puede escucharse aquí:
 

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